Estas tres palabras resumen, a mi juicio, lo que es Europa. El pasado domingo se celebraron los 50 años de la firma de los tratados fundacionales en Roma, del nacimiento de la Unión Europea.

Afortunadamente he podido participar, aquí en España, en varios de los actos de celebración de este acontecimiento, desde dos semanas antes de la fecha. Y digo que afortunadamente porque he de reconocer que pocas cosas me causan mayor emoción en el mundo que la unidad de los europeos (ya 27 países nada más y nada menos) en torno a unos valores comunes de tanta importancia como son la libertad, la igualdad y la solidaridad.

Y es que, en mi opinión, no se puede comprender la importancia de la Unión Europea si no es partiendo de lo que realmente supone una comunidad de valores, de valores con origen en las culturas clásicas y absolutamente influenciados por el humanismo cristiano. Todos los demás logros de la Unión derivan de la aceptación y defensa de estos valores.

La libertad de las personas y de las empresas no solo es asumida por todos los países integrantes de las Unión, sino que es una de las constantes preocupaciones de las instituciones comunitarias. Una de las grandes contribuciones de la Unión en estos 50 años ha sido la de garantizar el libre moviemiento de personas y de mercancías. Hace un tiempo, leyendo la Historia del Pensamiento Económico, de Murray Rothbard, me llamó extraordinariamente la atención la concepción de la libertad personal y empresarial existente en Europa con anterioridad a las políticas nacionalistas de los siglos XIX y XX. Ahora, gracias a la UE hemos recuperado gran parte de esa libertad, aunque no toda (especialmente en cuanto a la libertad empresarial pues aún existen importantes sectores intervenidos y regulados en los que la competencia no es libre). Alcanzar lo que resta es uno de los retos de la Unión Europea.

La aceptación de la igualdad de las personas creo que es uno de los grandes valores que caracteriza a la comunidad de valores que es Europa. Baste poner por ejemplo el que hombres y mujeres no son iguales, ni mucho menos, en gran parte del mundo;o que en otras partes siguen existiendo castas, clases sociales inaccesibles, diferencias abismales entre ricos y pobres, etc.

Por último (last but not least) es la solidaridad uno de los grandes valores de la Europa moderna. Si, la solidaridad. Dice nuestro diccionario, que solidaridad es la «adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros». En términos reales, solidaridad es la materialización de la ayuda de los más ricos a los más pobres, haciendo causa común en la mejora de estos últimos. El desarrollo español es el claro ejemplo de ello, la ayuda que nos prestaron los entonces países ricos ha sido clave para nuestro crecimiento. Por eso resultaría hiriente que se quebrase este importante valor dentro de nuestro propio país, olvidándose unas comunidades autónomas de las otras, o las zonas ricas de las zonas menos ricas. Resultaría hiriente y además quebraría uno de los valores básicos de esa comunidad de valores que es Europa.

El que quiera entender Europa, el mercado único, el Euro, la ampliación, la adhesión de Turquía, etc, etc, sin conocer la Europa de los valores, el alma y el espíritu de Europa, no podrá comprender nada de nada.